Wolfgang Schüssel
Canciller federal (2000-2007); vicecanciller y ministro de Exteriores (1995-2000)
Estudió en su Viena, natal en el Schottengymnasium y en la Escuela de Derecho de la Universidad, por la que se doctoró en 1968. Ese mismo año empezó a trabajar en el Nationalrat o Consejo Nacional, la Cámara baja del Parlamento federal, como secretario del grupo de diputados del Partido Popular Austríaco (ÖVP). En esta agrupación iba a discurrir toda su carrera política y profesional, primero como burócrata a tiempo completo y luego como mandatario legislativo. Fundado el 17 de abril de 1945, el ÖVP representaba el tradicionalismo conservador austríaco, pero puesto al día con el marchamo de la democracia cristiana, combinando doctrina social y valores religiosos.
Segunda formación del país tras el Partido Socialista de Austria (SPÖ, desde 1991 conocido como Partido Social Demócrata de Austria), el ÖVP estaba presidido entonces por Josef Klaus, que, como sus tres antecesores en el cargo, fungía también de canciller federal. Schüssel siguió asistiendo a los diputados populares hasta 1975, cuando se convirtió en secretario general de la Federación Económica Austríaca (ÖWB), una de las seis suborganizaciones con las que partido atendía los intereses de todos los segmentos sociales. La ÖWB constituía el foro de encuentro con la patronal austríaca.
Schüssel ganó el escaño de diputado al Nationalrat en las elecciones generales del 6 de mayo de 1979, que dieron al SPÖ del canciller Bruno Kreisky su tercera mayoría absoluta consecutiva desde 1971 y que volvieron a relegar al ÖVP a la oposición. La trayectoria de Schüssel, hombre de aspecto avispado y sutil, dotado de habilidades musicales (el piano y el violonchelo), como buen capitalino del antiguo imperio danubiano, y que iba a ganarse el mote de Principito por su pequeña estatura, no registró novedades significativas hasta 1987, cuando fue elegido número dos de su grupo parlamentario y vicepresidente del comité de Finanzas del Nationalrat. El salto al Ejecutivo se produjo el 24 de abril de 1989, como ministro de Asuntos Económicos en el Gobierno de gran coalición entre el ÖVP y el SPÖ, presidido por el jefe de este último partido, Franz Vranitzky. El 8 de mayo siguiente Schüssel abandonó su escaño y en 1991 cesó también al frente de la ÖWB.
En el XXX Congreso del ÖVP, el 22 de abril de 1995, Schüssel fue elegido undécimo presidente federal de partido en sustitución de Erhard Busek, lo que le convirtió, el 4 de mayo, en vicecanciller y ministro de Asuntos Exteriores en el Gobierno federal (en el segundo puesto desplazando a Alois Mock). La caída de Busek estaba cantada desde el batacazo del partido en las elecciones del 9 de octubre de 1994, cuando con 52 escaños y el 27,7% de los votos encajó sus peores resultados desde 1945.
El cambio de liderazgo en el ÖVP, que entonces se interpretó como una buena noticia para la estabilidad del eje roji-negro, esto es, los dos colores tradicionalmente asociados a socialdemócratas y populares, por la fama de pragmático del nuevo líder popular, tuvo, antes bien, el efecto contrario: el 12 de octubre de 1995 Schüssel anunció la ruptura de la coalición ante la negativa del SPÖ a introducir mayores recortes en las partidas presupuestarias. El abandono popular obligó a Vranitzky a convocar elecciones anticipadas para el 17 de diciembre. Esgrimiendo un programa económico muy liberal, que apuntaba a la restricción de determinados capítulos del Estado del bienestar austríaco, el vicecanciller en funciones consiguió invertir la racha negativa de su partido, que en los comicios quedó confirmado en su segundo puesto de siempre con el 28,3% de los sufragios y 53 escaños. Ahora bien, al SPÖ, que también había sido castigado por las urnas en 1994, experimentó una recuperación aún mayor.
Tras trabajosas negociaciones en torno a un programa económico ajustado a los requisitos para el ingreso en la Unión Económica y Monetaria de la Unión Europea (UE), Vranitzky reeditó la gran coalición, que retornó al curso político el 12 de marzo de 1996 con Schüssel de nuevo como vicecanciller y responsable de la cartera de Exteriores. Menos de un año después Vranitzky se retiró y dejó paso a Viktor Klima, quien el 28 de enero de 1997 confirmó el equilibrio ministerial. El dúo Schüssel-Klima se desenvolvió con fluidez en la palestra internacional, especialmente en los consejos de la UE, cuya presidencia semestral de turno asumió Austria en julio de 1998.
Si existía una única voz en las cuestiones comunitarias, fundadas en la defensa de la democratización y la eficacia de las instituciones, el recorte del Fondo de Cohesión (de los que la rica Austria no se beneficiaba y, antes bien, era proveedor neto) y la ampliación sin restricciones a otros estados europeos, la estrategia nacional de seguridad y defensa era motivo de discrepancias. Así, Schüssel advocaba el final del estatus de la neutralidad austríaca, considerado sin sentido tras la desaparición del bloque soviético, y el ingreso en la OTAN para acogerse a una defensa colectiva. Klima, por el contrario, se enmarcaba en la tradición de su partido y sostenía que la cooperación con la Alianza en los marcos de la Asociación para la Paz y el Consejo de Asociación Euro-Atlántica (CAEA) ya cubría las necesidades de Austria, que además poseía el estatuto de observador en la Unión Europea Occidental (UEO).
De cara a las legislativas del 3 de octubre de 1999, que se anunciaban cruciales por las fuertes expectativas de voto del ultraderechista Partido de la Libertad (FPÖ) de Jörg Haider, el ministro de la sempiterna pajarita anudada al cuello fue categórico: el ÖVP pasaría a la oposición si era superado por el FPÖ. Esta afirmación no fue bien entendida, puesto que si una alianza roji-azul no tenía cabida en ninguna quiniela política y los Verdes, con sólo 13 escaños, no contaban para ninguna combinación, no se veía factible un gobierno de minoría formado por liberales o socialdemócratas en solitario. El ejercicio de las urnas confirmó todos los pronósticos preelectorales y el FPÖ se encaramó hasta el 26,9% de los votos, equivalente a 52 escaños. El ÖVP obtuvo exactamente las mismas cifras, pero, por 415 votos, dejó de ser el segundo partido de Austria. Inicialmente, Schüssel consideró que ésta era el sorpasso histórico contra el que había advertido, pero, emplazado por el presidente federal, Thomas Klestil, aceptó emprender negociaciones con Klima luego de que éste recibiera el mandato de formar gobierno en tanto que cabeza del partido más votado.
Las conversaciones comenzaron el 9 de diciembre con buen pie. Klima se plegó a la agenda de Schüssel, cuyos puntos esenciales eran el cuestionamiento a largo plazo de la neutralidad austríaca, la aceleración de las privatizaciones, reformas en el sistema de pensiones de jubilación e invalidez y recortes de los privilegios de los funcionarios públicos. Pero cuando la firma de un acuerdo parecía inminente, Schüssel planteó dos exigencias ante las que Klima no transigió: la cesión a un "experto independiente" (escogido por los populares, se entendía) del Ministerio de Finanzas y que en el documento programático estampara su visto bueno la Federación de Sindicatos Austríacos (ÖGB, ligada al SPÖ), en un intento de vincular a los trabajadores a las políticas de austeridad que se anunciaban al margen de un concierto específico. Cuando Klima se dispuso a formar gobierno en solitario, Schüssel le advirtió que su partido y el de Haider no lo tolerarían.
El 27 de enero de 2000 Klima arrojó la toalla y dejó expedito el camino a Schüssel para que intentara formar gobierno con Haider, quien ya nada más conocer los resultados electorales reclamó su derecho a tomar parte en el futuro ejecutivo. Pero contra esta fórmula habían transmitido sus advertencias los gobiernos de los países socios, para los que Haider era un peligroso demagogo anticomunitario y un revisionista del pasado nazi. Schüssel era consciente de que Austria podría afrontar un aislamiento internacional incluso superior al sufrido cuando Kurt Waldheim fue presidente federal (1986-1992). Pero, por otro lado, estaba cansado de figurar de segundón en unos gobiernos cada vez más parecidos a frentes de contención de la amenaza parda. Así que decidió desvincularse de la estrategia del aislamiento de Haider y ofreció al líder carintio formar parte de un gobierno de coalición, que sería el primero presidido por un popular desde 1970.
Esta vez Schüssel no necesitó tanto tiempo para negociar un programa, pues los dos partidos coincidían casi punto por punto en el capítulo de la política presupuestaria, que reforzaría la línea de austeridad para disminuir el déficit (único aspecto negativo del balance económico), mientras que en política exterior tampoco faltaban las convergencias, toda vez que el FPÖ era partidario de la entrada de Austria en la OTAN. Klestil, con visible renuencia, no le encargó a Schüssel la formación del gobierno hasta el 3 de febrero, pero al día siguiente éste ya estaba constituido. De los once ministerios, los populares se quedaron con cinco, entre ellos Asuntos Exteriores, Asuntos Económicos e Interior, y con dos de las cuatro secretarías de Estado.
Por exigencia de Klestil, Schüssel y Haider escenificaron un acto de fe democrática destinado a remitir los temores suscitados por la entrada de los liberales en el Ejecutivo. Ante las cámaras firmaron un documento por el que se comprometían a respetar los valores democráticos y a aceptar el proceso de integración europea, así como la "responsabilidad de Austria en la funesta historia del siglo XX y en los terribles crímenes del régimen nacionalsocialista", pasado nacional que someterían a un "examen autocrítico".
El 7 de febrero Schüssel abandonó el Nationalrat tras ejercer cuatro meses largos como parlamentario. La misma temporalidad se había dado tras las elecciones de 1990, 1994 y 1995, entre la apertura del Parlamento electo y la constitución del Gobierno, al revalidar un puesto en el mismo. Haider se descartó para la vicecancillería, que en lógica le correspondía, y delegó el puesto a su colaboradora Susanne Riess-Passer. El 1 de mayo ésta asumió también la presidencia del FPÖ, cedida por Haider en la convicción de que su liderazgo y ascendencia sobre los liberales no sufriría merma, y que podría teleguiar a sus ministros desde su cómodo distanciamiento en el Gobierno de Carintia.
La realización de la fórmula ÖVP-FPÖ puso en marcha las represalias con que los vecinos europeos habían amenazado a Austria. La UE aplicó el paquete de sanciones, sin precedentes más por su carácter interventor en los asuntos internos de un Estado miembro que por sus implicaciones reales, que fue aprobado por el Consejo de Ministros el 31 de enero a iniciativa de Francia y Bélgica, cuyos dirigentes se sentían injuriados por unas declaraciones de Haider. Aquellas consistieron en la reducción de los contactos y reuniones con representantes institucionales, la suspensión de los contactos oficiales a nivel político y el no apoyo a candidatos austríacos que optasen a cargos en organismos internacionales. Estos desaires diplomáticos no afectaron a las relaciones esenciales con calado político, pues tanto el canciller como los ministros iban a seguir asistiendo a los consejos de la UE. Mayor gravedad revistió, por ejemplo, la respuesta del Estado de Israel, que retiró a su embajador en Viena.
Schüssel fue tildado dentro y fuera del país, a la sazón escenario de airadas manifestaciones antifascistas, de veleidoso y de ser capaz de aliarse con el diablo con tal de hacerse con la Cancillería. Él refutó todas las acusaciones: su alianza con Haider era inobjetable por tratarse de partidos votados por los ciudadanos en unas elecciones impecables y en un sistema que sobre democracia no podía recibir lecciones de nadie. También aseguró que no podía condenarse al FPÖ de antemano sin saber cómo iba a gobernar, y que, en cualquier caso, la presencia del ÖVP era suficiente aval de la responsabilidad de Austria para con sus socios y aliados internacionales, por lo que rechazó las sanciones como injustificadas.
Pese a estos mensajes de calma y al hecho de que Haider estuviera fuera del Gobierno, para la opinión pública el polémico dirigente derechista era el verdadero tutor del mismo, amagando con eclipsar al propio Schüssel. El 4 de julio de 2000, tres meses después de sacar voluntariamente al ÖVP del Partido Popular Europeo (PPE) para anticiparse a su expulsión, Schüssel acordó con Haider plantear un referéndum sobre la permanencia en la UE si no eran levantadas las sanciones contra Austria antes del 14 de octubre, fecha prevista para el Consejo Europeo de Biarritz. La presidencia francesa de la Unión advirtió al canciller que no mezclara la cita, donde debía solventarse la delicada reforma de las instituciones comunitarias, con el expediente austríaco.
Tal como se esperaba, Schüssel tuvo que actuar de apagafuegos para corregir los excesos verbales de su controvertido socio. Así, el 12 de julio aclaró al presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, que su país no iba a bloquear la ampliación a los países de Europa central y oriental, y que el referéndum sugerido sería del todo innecesario si las sanciones eran levantadas a tiempo.
En septiembre Schüssel se apuntó como un éxito personal la conclusión emitida por el comité de sabios, encargado por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de analizar el comportamiento del Gobierno austríaco y la naturaleza del FPÖ. El dictamen, que fue remitido a la presidencia francesa del Consejo, establecía que Austria cumplía con los valores europeos comunes y añadía que la situación jurídica de minorías, refugiados e inmigrantes era "equiparable a los niveles aplicados por los estados de la UE, e incluso superiores", por todo lo cual, el comité preconizaba la conveniencia de levantar las medidas adoptadas contra Austria. Sin dilación, el 8 de septiembre Schüssel solicitó a los socios comunitarios que obraran en consecuencia y cuatro días después las sanciones quedaron anuladas, si bien el Consejo Europeo dejó claro que el FPÖ seguía bajo atenta observación.
En los meses siguientes Schüssel gobernó con cierta tranquilidad, concentrado en el objetivo del déficit cero en las finanzas públicas. El equilibrio presupuestario fue alcanzado en un plazo de tiempo muy corto y 2001 cerró con un ligero superávit del 0,4% del PIB en el saldo de las administraciones públicas, y ello a pesar de la flojera económica, por lo demás inserta en el decrecimiento general del área euro, que hizo terminar el año con una tasa de crecimiento del 1% del PIB frente al 3,2% del año anterior. En el lado positivo del balance anual se situaron los bajos índices de inflación, el 1,9%, y de desempleo, el 3,6%, nivel que en la UE sólo fue superado por Luxemburgo y Holanda.
Ahora bien, la sucesión de descensos para el FPÖ en las elecciones regionales de Estiria (Steiermark), Burgenland y Viena empujaron a Haider, que observaba cómo la participación en el Gobierno federal no le reportaba ningún beneficio en las urnas, a lanzar una nueva campaña de agitación populista y antieuropea. Haider tomó como pretexto el funcionamiento en la vecina República Checa de la central nuclear de Temelin, emplazada muy cerca de la frontera y cuyos patrones de seguridad venían siendo motivo de fricción entre la UE y el Gobierno de Praga. El líder del FPÖ removió la sensibilidad antinuclear en un país que desde 1978 tiene vetada la producción de energía atómica en su territorio, pero en enero de 2002 Schüssel se opuso tajantemente a su petición de que el Gobierno austríaco impusiera en el Consejo Europeo el veto al ingreso de los checos en la UE. Poco después estalló el escándalo del viaje de Haider a Irak, donde se entrevistó con el dictador Saddam Hussein.
Schüssel intentó mantenerse al margen de estas polémicas que directamente no le concernían, pero la emergencia de enfrentamientos entre Haider y la dirigencia nacional del FPÖ terminó por imposibilitar la continuación del Gobierno. La crisis interna de los liberales le estalló al canciller el 8 de septiembre de 2002 con las dimisiones de Riess-Passer -como vicecanciller y como presidenta del partido- y el ministro de Finanzas Karl-Heinz Grasser, luego de que ambos respaldaran la decisión de Schüssel de postergar hasta después de las elecciones de septiembre de 2003 una bajada de impuestos debido a los fuertes gastos derivados de las catastróficas inundaciones de agosto, y de que Haider promoviera entre las bases del partido la convocatoria de una asamblea extraordinaria del FPÖ que debatiera y, eventualmente, aprobara su demanda de un cambio de rumbo en la política fiscal del Gobierno.
En estas circunstancias, Schüssel cortó por lo sano y el 9 de septiembre disolvió el Gobierno y convocó elecciones generales anticipadas, a celebrar en el plazo más corto posible porque Austria tenía "necesidad de un Gobierno estable". Visiblemente disgustado, el canciller declaró que su partido había llegado "al límite de lo políticamente soportable", que no era posible "seguir trabajando en las condiciones actuales" y que el FPÖ tenía que aclararse sobre si quería "gobernar o ejercer oposición". Dirigiendo un dardo mordaz al perturbador líder carintio, Schüssel comentó que "el suicidio político es un derecho fundamental en una democracia", pero no cerró las puertas a renovar la coalición con los liberales tras las elecciones. Entre tanto, el líder del SPÖ, Alfred Gusenbauer, anunciaba complacido "el final del experimento azul-negro".
Los comicios adelantados se celebraron el 24 de noviembre y realizaron lo que ya venían apuntando las encuestas: el desplome del FPÖ. El ÖVP se benefició masivamente de la sangría de votos del partido de Haider y al mismo tiempo fue premiado por méritos propios en la gestión gubernamental, así que Schüssel pudo alardear de haber obtenido los mejores resultados en unas generales desde 1983: el 42,3% de los votos, nada menos que un ascenso de 15,4 puntos porcentuales con respecto a los comicios de 1999, y 79 escaños, una ganancia de 27. Por primera vez desde 1966, el ÖVP era la principal fuerza del Nationalrat. Los socialdemócratas experimentaron un avance significativo, aunque del todo insuficiente, que no compensó el espectacular crecimiento de los populares: el partido de Gusenbauer se quedó en un decepcionante segundo puesto con el 36,5% de los sufragios y 69 legisladores.
La prensa austríaca señaló el deseo del electorado de regresar al statu quo político previo a 2000, el bipartidismo a cargo de las dos fuerzas tradicionales, pero esta vez con los populares como fuerza dominante, y de reponer la fórmula de la gran coalición que tanta estabilidad había conferido a la política nacional en el pasado. Pero ni Gusenbauer, que había diseñado una estrategia preelectoral basada en la coalición de Gobierno con los Verdes para asegurar la línea de "diálogo social" cuestionada, a su juicio, por los populares, ni Schüssel, máxime ahora con estos resultados en la mano, estaban muy por esa labor.
El 26 de noviembre Schüssel recibió de Klestil el encargo de formar el nuevo Gobierno y, siguiendo las formas parlamentarias, el canciller saliente emprendió conversaciones a múltiples bandas. Los tanteos con socialdemócratas y verdes no fructificaron y en febrero de 2003, urgido por Klestil para la rápida formación de un ejecutivo estable, Schüssel llegó a un acuerdo con, de nuevo, el FPÖ, presidido desde diciembre por un haiderista, Herbert Haupt, ministro de Asuntos Sociales en el Gobierno saliente. Schüssel se avino al pacto en la convicción de que esta vez Haider, malparado por la derrota, no iba a poder interferir en el gabinete como antes. La opinión de los comentaristas era que si bien era cierto que Schüssel había fracasado en "domesticar" al tornadizo líder derechista, ahora le había recortado poderosamente su margen de maniobra arrebatándole más de la mitad del electorado.
El 28 de febrero tuvo lugar la toma de posesión del segundo Gobierno de Schüssel con mandato hasta el final de la legislatura, en 2006, y apoyado en una mayoría parlamentaria de 98 diputados. En el gabinete, el ÖVP reforzó su cuota de poder con ocho de las once carteras ministeriales y tres de las seis secretarías. El ministro de Finanzas Grasser continuó en su puesto como una de las condiciones impuestas por Schüssel a Haupt, aunque la permanencia en el Ejecutivo de dicho moderado del FPÖ le acarreó la expulsión del partido, siendo así que adquirió la condición de independiente.
El segundo Gobierno de Schüssel ha encajado ya su primer embate serio el 6 de mayo con la huelga general, sin precedentes en el último medio siglo, convocada por la ÖGB y apoyada por el SPÖ contra el plan de reforma de las jubilaciones, que prevé prolongar el período de cotización de 40 a 45 años para acceder a la pensión y retrasar la edad de jubilación de los 57 y 59 años actuales para mujeres y hombres, respectivamente, hasta los 65 años. Con esta medida, Schüssel espera ahorrar 2.200 millones de euros de gasto público hasta el final de la legislatura.
Ejercitando el derecho al paro laboral, un recurso de presión al Gobierno o a la patronal bastante infrecuente, las centrales sindicales han expresado su enfado con Schüssel, a quien acusan de poner en peligro la tradición nacional del consenso y la concertación de los actores económicos y políticos con su negativa a atender sus contrapropuestas al proyecto de ley objeto de la polémica. Sin embargo, más inquietante para el canciller se torna la postura de frontal oposición a la misma adoptada por Haider, que podría suscitar una rebelión en el grupo de diputados liberales, y las discrepancias surgidas en el mismo seno del ÖVP.
(Nota de edición: esta biografía fue publicada originalmente en 5/2003. El ejercicio de Wolfgang Schüssel como canciller federal de Austria concluyó el 11/1/2007. Su sucesor en la jefatura del Gobierno fue el socialdemócrata Alfred Gusenbauer, cuyo partido ganó con mayoría simple las elecciones federales del 1/10/2006. Al constituirse el Gobierno de gran coalición SPÖ-ÖVP de Gusenbauer, Schüssel cedió los puestos de vicecanciller federal y ministro de Finanzas, obtenidos por los populares, a Wilhelm Molterer. El 21/4/2007 Schüssel fue sucedido asimismo por Molterer como presidente del ÖVP).